lunes, 10 de junio de 2019

MARCOS CONCEPTUALES Y FLUJOS ELECTORALES



Como bien ha puesto explicado Lakoff, nos movemos con arreglo a ciertos marcos conceptuales y valorativos. Esos marcos son los que nos ayudan a comprender el mundo en el que vivimos y a saber cómo comportarnos en él; expresan convicciones y ordenes morales que en muchas ocasiones son inconscientes, pero que condicionan la forma en la que nos desenvolvemos, nuestras preferencias… en fin, nuestra forma de ver y entender el mundo y a los que en él habitamos. En buena medida los programas políticos exitosos son los que apelan con eficacia a nuestros marcos. Eso explica ciertos flujos y reflujos en el voto que sorprenden porque no son coherentes en principio con la posición ideológica que les presuponemos a ciertos colectivos de votantes (la gente de una edad, la población rural o la clase media vota conservador; los jóvenes, la población urbana o la clase obrera votan progresista). Por ejemplo, las últimas elecciones en España (y en Europa) han estado marcadas por estos dos tipos de votos. El voto de la indignación y el hastío con el sistema. Este voto fluye sin rubor de la extrema derecha a la extrema izquierda, y remansa allí donde dicen defender su forma de entender la vida que está amenazada por los “otros” (inmigrantes, fondos de inversión, nacionalistas…). Y el voto de castigo, que ha ido cambiando su preferencia en función del mayor daño que puedan causar en otra alternativa que ha cuestionado su marco. Aunque no lo creamos, todos estos votos responden a marcos profundos, a formas de ver la vida y el mundo que explican ese voto cambiante. La razón: que la opción elegida satisfacía las expectativas de su marco, que lo defiende y lo pone en valor.
El voto es cada vez más emocional, no porque nunca lo haya sido, sino porque se han perturbado los marcos profundos de la gente. Durante la segunda mitad del Siglo XX el voto era particularmente ideológico y absorbido por los grandes partidos de masas tradicionales agrupados de un lado por la socialdemocracia y de otro por el conservadurismo liberal. Esto probablemente era posible porque ninguno de ellos cuestionaba los marcos profundos de la mayoría de las personas. Sus propuestas políticas podían afectar a cuestiones más prácticas (más o menos impuestos, mejor o peor sanidad, mejor o peor educación). Pero ninguna de las políticas cuestionaba moralmente sus marcos profundos. No cuestionaban su concepción de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales o afectivas, de sus creencias religiosas, de su forma de vida. Porque, aunque no queramos, y en eso coinciden sociólogos y antropólogos, las comunidades humanas, hasta las menos evolucionadas, comparten marcos básicos respecto de qué constituye el grupo mínimo de subsistencia, de las reglas básicas que nos permiten interactuar y cooperar… de cómo entender y relacionarnos con el mundo.
¿Qué ha sacudido la política en el Siglo XXI? Pues que se han cuestionado moralmente esos marcos profundos. Me explico. Dicen los que saben de esto que los grandes partidos de masas clásicos han dejado de tener un relato político respetuosos con los marcos conceptuales y morales mayoritarios, que los han cuestionado para atraer el voto que se corresponde con marcos alternativos. Ese nuevo relato político no se ha limitado al justo reconocimiento y protección de otros marcos alternativos al mayoritario, sino que lo ha hecho cuestionando en buena medida este último. Y la gente que lo comparte se ha sentido atacada, desprotegida y cuestionada. Por eso buena parte del voto perteneciente al marco mayoritario ha desertado de los partidos tradicionales y han buscado refugio en los extremos que se han erigido en abanderados y defensores justamente de su forma de vida. Si cuestionas moralmente el modelo tradicional de familia, no consigues el legítimo y debido respeto a formas alternativas de convivencia, sino que el votante normal y corriente se sienta cuestionado y adopte discursos políticos extremos que justamente le dicen que van a defender su mundo. Y si no que se lo digan a Vox.

(Publicado en El Comercio el 9 de junio de 2019)