Ya le iba tocando al PP. Este PP
silente y sinuoso, que espera tranquilo a que los demás le hagan el trabajo. El
PP es un fiel reflejo de su líder. Un animal asombroso porque es el único capaz
de andar sin moverse. Ahí está, agazapado en la confortable Moncloa. Atento a
las jugadas de los demás, y dispuesto a corregir la tendencia a la nerviosa
arrogancia de alguno de sus adláteres, muy preocupados con la estabilidad. El
PP no tiene prisa; calla y espera. El narcisismo de alguno de los líderes de la
izquierda le ha regalado un año extra de mayoría absoluta, y encima le ha
reforzado en su posición hegemónica en el espacio político español. De 24
millones de votos, suyos son casi 8 millones. Le saca 3 millones a PSOE y
Podemos. Poca broma con estos datos. La izquierda, plural, siempre plural,
sigue empeñada en el mensaje de que ellos suman 10 millones. Pero esta
afirmación es falaz, porque la izquierda socialista poco tiene que ver con la
anarcomarxista de los podemitas. De hecho, al votante de Podemos no le gusta el
PSOE, al que fustiga sin piedad (corrupción, abuso de cal viva…). Y al votante
del PSOE le gusta aún menos Podemos. Liquidado definitivamente el PCE-IU en
España (a salvo los resistente asturianos, y por la cuenta que les trae más le
conviene que nadie adelante aquí elecciones), la histórica y endémica división
en la izquierda revalida su vigencia con un Podemos que amaga, pero que nunca
tirará a puerta. El PSOE tendrá que elegir entre su votante, que asume la
victoria electoral del PP y cree que ahora toca hacer oposición de la buena; o
su militancia, que con tal de dejar ciego al PP es capaz de sacarse un ojo e
incluso los dos. Pero el caso es que el PP no se va a quedar ciego. Muy
probablemente mantenga sus dos ojos bien sanos a la tercera, que será la
vencida; y sea el PSOE el que pierda la vista, porque no hay dos sin tres.
El PP, como buen partido de derechas, se
limita a gestionar la coyuntura. No hay grandes postulados programáticos, y lo
cifra todo en la recuperación económica. Si le va bien a España, le va bien al
PP. El tiempo juega a su favor. Además, ya lo ha hecho todo. Le ha dado la
vuelta al país como a un calcetín alzado en su mayoría absoluta a golpe de
Decreto-Ley y Leyes Orgánicas. Como los de Podemos no saben Derecho, ni les
interesa, no se han dado cuenta de que no hay mayoría parlamentaria suficiente
para derogar tanta reforma. El PP ya ha hecho lo que quería hacer, y ahora se
limitará a seguir en la Moncloa gestionando el día-día y consolidando su modelo
de nación. Mientras tanto, la izquierda deshojando la margarita de la pureza
ideológica. Si los casos de corrupción que asolan al PP, que son muchos y
terribles, no han hecho mella, no lo van a hacer ahora. Si la indolencia de
Rajoy, la arrogancia de Soraya, y la soberbia de Montoro (que ha conseguido dos
cosas a la vez aparentemente contradictorias: una Hacienda Pública impune,
todopoderosa e insaciable con la clase media; y una deferencia escandalosa con
la minoría que se sale de la tabla Forbes) no han conseguido debilitarlo, no lo
va a hacer una izquierda zozobrante, dividida, enfrentada y desorientada. El
tremendismo no ha calado en el votante, y uno no gana elecciones con la
militancia. Eso lo entendió el PP hace tiempo. Y ahí siguen. Sólo necesitan que
los demás lo sigan haciendo fatal (ya lo dijo Burke hablando de los malos).
(PUBLICADO EN EL COMERCIA DEL 16 DE OCTUBRE DE 2016)