domingo, 17 de abril de 2016

EL TC Y LA MODULACIÓN OS EFECTOS DE LAS SENTENCIAS ESTIMATORIAS DE UN RECURSO DE AMPARO

El TC en una Sentencia de su Sala II de 15 de febrero de 2016 ha modulado los efecetos retroactivos de su sentencia estimatoria de un recurso de amparo. Esta técnica modulatoria, bien conocida en el ámbito de los controles de constitucionalidad, no es habitual en la de los amparos y sobre todo en la de aquéllos en los que se estima la lesión del derecho a la tutela efectiva. Aunque no es el TC quien lo hace en el fallo de su sentencia, sino la AP cuyo auto fue recurrido en amparo y el TC confirma. En este caso el TC justifica esa modulación en la circunstancia de que puede darse el caso de que los efectos de una estimación de un amparo pueden lesionar otros bienes, derechos o intereses dignos de protección. Se trató en esta ocasión de un proceso penal sobreseído después de que se acordase una reparación extrajudicial del daño. Un menor agredió a otro y se evitó el proceso penal mediante la realización de trabajos sociales. La AP declaró que en efecto el sobreseimiento había vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva de la acusación particular que no pudo participar en el proceso penal sobreseído, pero no acordó retrotraer las actuaciones. El TC desestima el amparo al considerar que el interés superior del menor justifica lo acordado por la AP, por lo que en ese caso preciso, estimar la lesión del 24 no requiere de la retroacción de las actuaciones.

sábado, 16 de abril de 2016

CINCUENTA AÑOS NO SON NADA

Y no lo son. Hace unos días nos hemos vuelto a reunir un nutrido grupo de compañeros de nuestra promoción de Derecho para celebrar que unos cuantos ya estamos en el medio siglo. Curioso como suenan las palabras… medio siglo resuena como una eternidad; media vida, casi uno puede sentir el peso de lo vivido; cincuenta resulta más llevadero; …teitantos, da como consuelo. Pero aquí estamos, pletóricos de fuerza y vitalidad. Creyendo aún que el destino nos pertenece.
Allí nos citamos unos cuantos, cada uno con su vida y su propio derrotero. Allí se juntó gente estupenda, magnífica. Profesionales como la copa de un pino, rebosantes de planes por hacer. Nos mirábamos unos a otros con reconocimiento y cariño, apreciando la valía de cada cual, orgullosos de haber pertenecido a la misma promoción. Faltaban muy pocos, y todos los que faltaban lo era por razones imperiosas y, a pesar de todo, estaban allí presentes. Y lo mejor, es que se nos quedó cuerpo de más. Algo insólito, y más en Asturias, donde el vitriolo es nuestra bebida regional. En estos tiempos de inquina e inequidad, resulta extraño y chocante que un grupo tan numeroso y dispar de personas sigan tan unidas a pesar del paso del tiempo. Algo tuvo aquella promoción (imagino que como otras, pero déjenme que hable de la mía) que ha pervivido con los años a pesar de las distancias y los olvidos. Allí había profesionales de la abogacía, fiscales, empresarios, profesores, funcionarios, altos cargos de la Administración, miembros del Poder Judicial. Allí estaba otra Asturias, esa Asturias de la que sentirse orgulloso. Allí había paisanas y paisanos, como diría mi abuelo. Gente de una pieza. 
En un momento en el que pude contemplar en silencio la pléyade sonriente, vi una Asturias llena de potencial, de ganas de hacer cosas y hacerlas bien, y, sobre todo, de hacer cosas distintas. No era la Asturias cainita, envidiosa, babaya, sinsustancia, vocinglera, mentalmente envejecida, dependiente y subsidiada. Era otra cosa. El problema de Asturias no es la casta, es la costra que tapa a esta gente que ha visto mundo, que tienen talento e ideas, que tienen ganas de vivir y trabajar, y que creen en una Asturias diferente a la del sempiterno carbón, la mina, los prejubilados, los osos, el campanu, el chigre, e infectada de aldeanismo. Allí era otra gente la que reía y bailaba, la que tras casi treinta años seguían manteniendo lazos de fraternidad inquebrantables. Pero en esa contemplación (y autocomplacencia, lo confieso), fui presa de una melancolía furiosa al tener la sensación de que era una generación de buena gente, lista y honrada, a la que no se le iba a dar la oportunidad de asumir la responsabilidad de guiar a Asturias, porque ya se encargaría la costra de impedirlo. Bien porque no usamos coleta, bien porque no hay revancha en nuestro corazón, el caso es que puede perderse el potencial de este puñado de magníficas personas y profesionales, si no se les da la oportunidad de estar ahí, de que se les escuche. Esta no es una generación fracasada; pero lo pueden hacer excedentaria. 
Me dirán que esto no vale… que barro para casa. Pues sí, lo hago, porque me siento orgulloso de mi gente, de mis compañeros, de lo que calladamente hacen por esta tierra para que sea un lugar digno; porque cosen lo que otros deshilvanan. Ay, si yo pudiera, les dejaría a ellos el timón de la nave porque estoy seguro de que nos llevarían a buen puerto.