Ya no sé qué decir, ni qué
sentir, ni qué pensar. Finalmente se ha consumado la rebelión y el Parlament ha
declarado la independencia de Cataluña. Sería fácil buscar culpables, asignar responsabilidades
y enredarnos en debates y soliloquios fútiles. Pero nada de esto ahora tiene
sentido y sirve para arreglar este disparate. Qué importa que yo les diga que
esa declaración es un brindis al sol porque jurídicamente no tiene ningún
valor. Esa ficción que esconde la declaración de independencia, no es menos
ficción que la de creer que la Constitución sigue vigente en Cataluña. La
ficción que en el tiempo resultará exitosa será aquella que logre llevarse a la
práctica. Por eso es absolutamente urgente y perentorio que la aplicación del
artículo 155 sea inmediata, contundente y sin resquicios. Una ficción se impone
a otra en la medida en que la realidad la confirma. En este momento la urgencia
es que la realidad confirme que la Constitución sigue vigente en Cataluña.
70 parlamentarios catalanes han
perpetrado un golpe de Estado, han decidido separarse de España y han cometido
un presunto delito, al menos de sedición, si no de rebelión. No es el momento
de tibiezas y eufemismos, sino de llamar a las cosas por su nombre. Dejemos
ahora que sean los órganos judiciales los que actúen, procedan a la imputación
de los delitos que correspondan a quien corresponda. Es el momento de la
Constitución y del Estado de Derecho. Una Constitución, por cierto, que permite
secesiones territoriales. Pero siempre respetando los procedimientos que la
propia Constitución establece, y que lo hace de manera que los cambios
profundos y radicales sean posibles, siempre que se respeten las reglas de
juego que tratan de buscar un equilibrio entre la realidad y los deseos, entre
los que quieren cambiar el mundo y los que no quieren que le cambien su mundo.
¡Qué importante es saber perder en la vida! Aceptar que uno no tiene razón o
que los demás no nos la den. Las separatistas no han sabido perder, y su
derrota la han convertido en una rebelión donde unos activistas, agresivos y
ciegos de rencor, han secuestrado la calle y han callado la voz de unos
catalanes que no comulgan con su rueda de molino. La tardanza del Gobierno en
activar el artículo 155 ha permitido que el separatismo haya empleado las
instituciones políticas democráticas para disfrazar su sedición con la aparente
formalidad institucional de un poder público que sólo es el fiel servidor de la
voluntad de un supuesto pueblo catalán. La palabra lo aguanta todo.
Ahora llega el día después. El
artículo 155 está activado y urge que el Gobierno de la Nación empiece cuanto
antes a actuar porque no puede permitirse que el separatismo lleve la
iniciativa como hasta este momento. Pero llevar a la práctica las medidas del
artículo 155 no será tarea fácil. Destituir al Gobierno catalán o a la Mesa del
Parlamento no será un coser y cantar. Ni estos señores se irán a casa
voluntariamente, ni los activistas (y vaya usted a saber qué harán los Mossos)
permitirán su casi probable e inevitable detención. Nadie tiene garantías de
que los empleados públicos de la Administración autonómico catalana se sometan
a las órdenes e instrucciones que les impartan las autoridades que designe el
Gobierno de la Nación para sustituir a los depuestos. Ese será el stress test
del 155. Y tampoco veo claro que la normalización de la situación en Cataluña
vaya a ser simple y fácil porque el separatismo se va a lanzar a la calle y de
forma muy agresiva. El Gobierno de la Nación llega tarde. Ya sé que es fácil
rogarlo desde Asturias, pero es absolutamente vital que la Cataluña silenciada
también se movilice y exprese su voluntad de no irse. Debe tratar de ganar el
escenario al separatismo.
Sin embargo, aunque el artículo
155 resulte exitoso, no va a sanar la fisura social y política que este proceso
ha provocado. Además, y aunque lo democráticamente deseable es que los
catalanes se pronuncien en unas elecciones autonómicas inevitablemente plebiscitarias,
¿qué va a suceder si el separatismo gana esas elecciones; aunque sea por la
mínima? No podemos quedarnos sólo con la activación del 155, hay que dialogar,
dialogar y dialogar. No hay otra. Pero antes, volvamos a la Constitución.
(publicado en La Nueva España el 29 de octubre de 2017)