lunes, 19 de diciembre de 2016

Vivir en la edad de lo “fake”, o plagia que algo queda

(A María Elvira Muñiz, “Marial”, que me desveló el alma de las palabras y la honestidad de las ideas)
En estos tiempos de furibunda e infantil hiperpositividad, y de no menor desconcierto, huérfanos de todo relato que dé cuenta de nuestra vida y nuestra civilización, resulta que hay un montón de gente sesuda que reflexiona sobre el valor de copiar, de las falsificaciones. Sí, como lo oyen, ya hay una poética de la copia. Hasta existe un movimiento político denominado “fake” (“falso”, en inglés) que lucha contra el poder establecido difundiendo en las redes noticias y datos falsos. ¡Sí, hay gente para todo! Yo no salgo de mi asombro cuando leo que en el mundo del arte y del coleccionismo se está poniendo de moda lo “falso”, las “copias” y “falsificaciones”. Ha merecido hasta una exposición en el IVAM valenciano. La cosa no tiene desperdicio. Este pensamiento débil que gobierna cualquier discurso pretendidamente racional nos ha llevado a glorificar las falsificaciones y al falsario, como un remedo de Robin Hood posmoderno que hace accesible al pueblo llano (la “gente”) lo que sólo disfruta la oligarquía dominante. Como además vivimos en un mundo moralmente ambiguo, no falta quien pone en duda la maldad de la copia, la estafa y fraude en que consiste intrínsecamente la falsedad. El título de la mentada exposición lo dice todo “FAKE. No es verdad, no es mentira”. Entonces, ¿qué es?
Hablemos claro, una copia es una falsificación. Copiar diciendo que se copia puede tener un pase. Decir que uno copia no deja de ser un reconocimiento de la autoría de otro y nada tengo que decir si expresamente se avisa de que se copia (otra cosa es la responsabilidad legal por copiar). Al final quien obra de este modo es coherente con el exabrupto unamuniano, ¡qué inventen ellos! Pero copiar, falsear, sin advertir que se está copiando o falseando es una estafa en toda regla, es un engaño sin más paños calientes. Nunca he entendido por qué en estos tiempos nos cuesta tanto llamar a las cosas por su nombre, porque creemos que ser educado y civilizado consiste en ser un hipócrita. Una copia, una falsificación, es un plagio y una falsedad, y quien la comete con voluntad de engañar o de apropiarse del mérito de otro es un canalla. Como canalla es el tipo que se sirve del trabajo de los demás para presentarlo como propio. Es un parasitismo intelectual y vital inaceptable que dice muy poco de la catadura moral de quien perpetra semejante latrocinio. Y eso es lo que le acaba de pasar a un buen amigo, que ha descubierto cómo un colega universitario y purpurado le ha plagiado con toda impunidad un trabajo suyo. Casi lo peor no es el hecho, indudablemente deleznable a pesar de los teóricos del “fake”, sino la reacción de los otros, de quienes le excusan o mirara hacia otro lado. Éste siempre será el problema de este país con alma anarcosindicalista, nuestra escasa, sino inexistente, talla moral. En otros lares, le pillan a uno en ese marrón, y uno dimite sonrojado y de inmediato, y se le viene el cielo encima (acuérdense de aquel ministro alemán que había copiado su tesis doctoral). En este solar patrio estas conductas se disculpan y son objeto de filosofías y poéticas que elevan el “fake” a sublime expresión del más avispado intelecto. Ver para creer.
(Publicado en El Comercio, 11 de diciembre de 2016)

lunes, 14 de noviembre de 2016

TRUMP, ESE POBRE Y MARGINADO CHICO RICO QUE AHORA ES PRESIDENTE

Pues sí, Trump, es un pobre chico rico lleno de rencor y resentimiento hacia un sistema social y político que siempre lo rechazó y humilló, dominado por las élites del Upperside de Manhattan, formadas en las Universidades de la Ivy League (Harvard, Brown, Columbia, Cornell, Yale, Princeton, Pensilvania y Darmouth) y que constituyen la aristocracia de cartera, que no de sangre, que domina EEUU. Su carrera presidencial victoriosa es su dulce venganza. Ahora no lucha por ser aceptado en aquella élite, sino que se enfrenta a ella liderando al “hombre común” frente a una rubia, blanca, pija, formada en Harvard y expresión de una paradójica sucesión familiar al más puro estilo kirchneriano. No, Trump no es la expresión del triunfo de los “wasp” (acrónimo inglés para referirse a la hoy ya minoría “blanca, anglosajona y protestante”, descendientes directos de los primeros colonos entre los que estuvieron los “padres fundadores” de los EEUU); eso era Hillary. Él es el epítome del triunfo de la gente superflua, como diría Turguénev, excluida del lugar al que deseaban pertenecer, de los perdedores morales y sociales, de la inteligencia excedentaria. Su padre, como recordaba el editorialista del New York Times, ya le había tratado de persuadir de competir en las grandes ligas de los negocios. Ese no era su lugar. Los Trumo no son los Kennedy. Pero Trump dijo que no, que él quería pertenecer a ese mundo, y al final lo hizo a lo grande. Ahora les preside. Asusta pensar que esto ya lo pronosticaron los Simpson en un episodio  del año 2000.
Trump ha sido capaz incluso de arrebatarle a los Demócratas feudos históricos; ha captado el voto de la clase trabajadora blanca, de mediana edad y desencantada a pesar de que él, en su condición de empresario despiadado (recuerden su reality despidiendo gente a troche y moche) debería ser su enemigo de clase. Ha captado el voto de la mujer blanca, suburbana y rural, ama de casa o parada que vive en un villorrio o en un camping de autocaravanas; incluso ha captado el voto de jóvenes que han vuelto a sentir el ardor guerrero del patriotismo. Trump ha ganado porque se ha llevado el voto de los que se sienten perdedores, como también él se sintió; y de esto hay muchos en EEUU. Obama fue la voz de su esperanza; pero Hillary, la peor candidata posible para los Demócratas, era la expresión acabada de la aristocracia elitista de los Hampton. Trump, como él mismo dijo de sí, es su voz.  No es que conectase con ellos, era que él era uno de ellos a pesar de sus millones. Rompió todas las reglas porque él no tenía por qué respetarlas. No pertenecía al mundo que las creó y las impuso. Él era el “pueblo americano”, y se condujo como lo haría un americano medio del medio oeste bebiendo cerveza y viendo la superbowl en el bar de la esquina en cualquier lugar en mitad de la nada: soez, franco hasta la náusea, autoritario, y ventajista.

Trump ha cambiado la política porque ha roto la lógica conservadora-liberal de Republicanos y Demócratas. Él le habla a la gente de la calle. Ha entendido que la política hoy se debate entre los superfluos y la élite. Ha adoptado la retórica populista como la expresión de un nuevo sujeto político, la gente olvidada (Chantal Mouffe). La paradoja es que esta nueva teoría del populismo que quiere sustituir a la vieja lógica política marxista de la lucha de clases, la encarna un multimillonario blanco, anglosajón, protestante y extravagante. ¡Qué Dios nos ampare! 

(PUBLICADO EN EL COMERCIO, 13 DE NOVIEMBRE DE 2016)

NUEVA Y VIEJA POLÍTICA

Y por fin llegamos a IU y Ciudadanos (Cs). Envés y revés de una experiencia política. De un lado IU, heredera del histórico y decisivo PCE. De otro Cs, la expresión de un nuevo partido con una nueva concepción de la manera de hacer política. IU es la historia del descenso a los infiernos y Cs la del ascenso al cielo de los imprescindibles. Dos trayectos políticos en direcciones opuestas, pero que pueden explicar a la perfección lo que nos está ocurriendo.
IU es la expresión moribunda de la vieja política de izquierda. Un partido hecho de otros partidos, desgarrado internamente por ese no saber estarse quieto que siempre han tenido las izquierdas, plurales o no. Incapaces de no ser fratricidas, enredados en un eterno cainismo que les agota de tal forma que ya no tienen fuerza para hacer política. IU depende por entero de sus bases electorales, casi idénticas a su militancia. Cs sin embargo no vive de su militancia (inexistente), sino del voto del tercio medio y central (que no centrista) del electorado que tira de sufragio según le va el bolsillo o los ánimos. Ya no hay votantes racionales, sólo emite sufragios las emociones, e IU ha dejado de emocionar, y Cs provoca emociones que le han permitido ir de la nada al todo en un año electoral. Esa dependencia de la militancia, porque es su único voto, y la ambición de programa, programa, impone a IU una falta de practicidad en su quehacer político que ha terminado por hacerla irrelevante. Partida entre los que creen que Franco sigue vivo y está en todas partes (y a Pablo Iglesias, como antiguo militante se le nota ese sesgo), y los que se pierden en su propio discurso utópico y nostálgico de las revoluciones imposibles, IU ha constreñido su discurso al de la oposición porque sí, tratando de ser la voz de los desheredados de la tierra, náufraga en una grandilocuencia que tiende al vacío, y ajena a un votante que ni siquiera le suena quien fue Franco y quiere hechos y no promesas. Podemos no hizo sino rematar la faena que ya había iniciado Anguita. IU ha sucumbido al canto de sirena del “juntos podemos armar la revolución permanente”. O sea, la nada. Aguantan los indómitos astures, la única agrupación sólida y realista que ahora se debate entre su coherencia (castigar a un PSOE abstencionista) y la evidencia de que una convocatoria adelantada de elecciones en Asturias significaría su liquidación definitiva.
Lo de Cs es más fácil. Su mundo es el del votante que lo que quiere es pragmatismo y serenidad. Cs sí que representan una nueva política llena de emociones, posibilista y pragmática, alejada del viejo dilema izquierda/derecha. Ellos son transversales porque en realidad no tienen ideología, ni falta que les hace. Su votante es ideológicamente indiferente o ambiguo. Para Cs es fácil hacer política en esas condiciones porque puede armar programas políticos que consistan en una carta a los Reyes Magos: un listado de puntos de acuerdo con otros. Es el estilo de la vieja democracia-cristiana italiana o la CSU bávara. Lo importante es estar ahí y forzar los acuerdos que interesen en función de la temperatura de su electorado. Y si no son estos, tenemos otros. Ellos pueden porque han desterrado la ideología de su discurso político. Y parece que funciona.
Dicho por otro lado, no digan que no se lo dije… muchas vueltas para terminar donde empezamos: Rajoy Presidente.  

(publicado en EL COMERCIO, 30 de septiembre de 2016)

lunes, 17 de octubre de 2016

UN PP SILENTE

Ya le iba tocando al PP. Este PP silente y sinuoso, que espera tranquilo a que los demás le hagan el trabajo. El PP es un fiel reflejo de su líder. Un animal asombroso porque es el único capaz de andar sin moverse. Ahí está, agazapado en la confortable Moncloa. Atento a las jugadas de los demás, y dispuesto a corregir la tendencia a la nerviosa arrogancia de alguno de sus adláteres, muy preocupados con la estabilidad. El PP no tiene prisa; calla y espera. El narcisismo de alguno de los líderes de la izquierda le ha regalado un año extra de mayoría absoluta, y encima le ha reforzado en su posición hegemónica en el espacio político español. De 24 millones de votos, suyos son casi 8 millones. Le saca 3 millones a PSOE y Podemos. Poca broma con estos datos. La izquierda, plural, siempre plural, sigue empeñada en el mensaje de que ellos suman 10 millones. Pero esta afirmación es falaz, porque la izquierda socialista poco tiene que ver con la anarcomarxista de los podemitas. De hecho, al votante de Podemos no le gusta el PSOE, al que fustiga sin piedad (corrupción, abuso de cal viva…). Y al votante del PSOE le gusta aún menos Podemos. Liquidado definitivamente el PCE-IU en España (a salvo los resistente asturianos, y por la cuenta que les trae más le conviene que nadie adelante aquí elecciones), la histórica y endémica división en la izquierda revalida su vigencia con un Podemos que amaga, pero que nunca tirará a puerta. El PSOE tendrá que elegir entre su votante, que asume la victoria electoral del PP y cree que ahora toca hacer oposición de la buena; o su militancia, que con tal de dejar ciego al PP es capaz de sacarse un ojo e incluso los dos. Pero el caso es que el PP no se va a quedar ciego. Muy probablemente mantenga sus dos ojos bien sanos a la tercera, que será la vencida; y sea el PSOE el que pierda la vista, porque no hay dos sin tres.

 El PP, como buen partido de derechas, se limita a gestionar la coyuntura. No hay grandes postulados programáticos, y lo cifra todo en la recuperación económica. Si le va bien a España, le va bien al PP. El tiempo juega a su favor. Además, ya lo ha hecho todo. Le ha dado la vuelta al país como a un calcetín alzado en su mayoría absoluta a golpe de Decreto-Ley y Leyes Orgánicas. Como los de Podemos no saben Derecho, ni les interesa, no se han dado cuenta de que no hay mayoría parlamentaria suficiente para derogar tanta reforma. El PP ya ha hecho lo que quería hacer, y ahora se limitará a seguir en la Moncloa gestionando el día-día y consolidando su modelo de nación. Mientras tanto, la izquierda deshojando la margarita de la pureza ideológica. Si los casos de corrupción que asolan al PP, que son muchos y terribles, no han hecho mella, no lo van a hacer ahora. Si la indolencia de Rajoy, la arrogancia de Soraya, y la soberbia de Montoro (que ha conseguido dos cosas a la vez aparentemente contradictorias: una Hacienda Pública impune, todopoderosa e insaciable con la clase media; y una deferencia escandalosa con la minoría que se sale de la tabla Forbes) no han conseguido debilitarlo, no lo va a hacer una izquierda zozobrante, dividida, enfrentada y desorientada. El tremendismo no ha calado en el votante, y uno no gana elecciones con la militancia. Eso lo entendió el PP hace tiempo. Y ahí siguen. Sólo necesitan que los demás lo sigan haciendo fatal (ya lo dijo Burke hablando de los malos).
(PUBLICADO EN EL COMERCIA DEL 16 DE OCTUBRE DE 2016)

lunes, 10 de octubre de 2016

LA POLITICA COMO MERCADOTECNIA

LA POLÍTICA COMO MERCADOTECNIA
He seguido con atención la polémica twitera entre Iglesias y Errejón. La verdad es que hay que tener mucha capacidad de síntesis para resumir en 140 caracteres un debate que quiere ser de altos vuelos. ¿Dónde quedó aquella época en la que los debates y discrepancias se plasmaban en sesudos libros? Ahora, en esta edad de prisas y urgencias,  las luchas por el poder o las crisis de identidad ideológica tienen que caber en frase  y media. Es como si Kautsky y Bernstein hubieran ventilado las suyas a golpe de telegrama.
Todo ello vine al caso porque tengo la sospecha de que la tensión entre el utópico Iglesias y el posibilista Errejón no es más que una gran impostura. Me resisto a creer que estos dos, que listos son, y que su entorno, que no lo es menos, se hayan dejado llevar por el ardor de la disputa, y aireado espontáneamente en twitter sus tensiones. Más insólito me parece que los menos listos del partido crean que en realidad el cruce de reproches y desacuerdos es a cuenta y tiene por destinatario al PSOE (¿¿??!!!). Va a ser que todo es una gran escenificación para luego afirmar borrachos de superioridad moral que ellos son la repera, los más transparentes y honestos (y de paso, los que más ligan) porque no esconden sus diferencias. La estrategia puede ser esta. Represento en las redes un episodio de supuesta crisis interna, que finalmente se resolverá incruentamente (o cruentamente, porque puede ser la excusa para detectar traidores a las esencias y desafectos al líder supremo para cortarles la cabeza), para salir públicamente fortalecido por el robusto debate interno en prueba de nuestra superioridad ética y moral soportado por una transparencia a prueba de incrédulos…. Y además doy qué hablar, porque como no tenga nada que decir, he perdido presencia mediática y vivo de ella. Sin medios, no podemos. Es que no me puedo creer que en realidad esas tensiones existan, y que reproduzcan el mismo debate que a finales del Siglo XIX mantuvieron dos padres de la socialdemocracia, el marxista Kautsky y el revisionista Bernstein. Un debate entre el utopismo revolucionario que cree que todos estamos equivocados y que la única manera de emancipar y liberar a esta sociedad de sus lacras, alienada por el Ibex 35, es mediante la revolución permanente, o intermitente, que eso depende del día y las ganas; y el realismo posibilista de quien cree que el cambio de la sociedad no está en la radicalidad transformadora de cada persona, aunque ésta no quiera y quiera vivir toda la vida equivocado, sino en la progresiva redefinición de las estructuras sociales para que cada uno viva como quiera, pero teniendo aseguradas las condiciones básicas que le permitan hacerlo con dignidad. O sea, Gramsci y sus tribulaciones.

No descarto que en Podemos, en su élite dirigente (porque en esto son leninistas posmodernos que se saben bien la lección de la vanguardia revolucionaria), en efecto exista una larvada tensión entre utopía y realidad. Pero de este partido nada me extraña, desde el momento que tratan de conciliar a marxistas ortodoxos con ecologistas bien pensantes, a anarcosindicalistas con socialdemócratas defraudados, o más simplemente, a cabreados por todo y con todos, con “gente” que simplemente quiere un país decente. Este es el signo de Podemos, ser un partido sin ideología, ya que no les hace falta porque el primer paso de toda revolución es hacerse con el poder, y luego ya veremos. 
(PUBLICADO EN EL COMERCIO EL 2 DE OCTUBRE DE 2016)

EL PSOE ANTE EL ABISMO

Estoy convencido que la alarma saltó no con las declaraciones de Felipe González en la Ser, sino con la retirada del apoyo que Podemos prestaba a Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha. Ahí todo el mundo se puso nervioso porque el empecinamiento de Pedro Sánchez con el no, e intentar una opción alternativa a Rajoy, acababa de provocar la primera crisis de gobierno autonómico. Estoy había que pararlo como fuese, y así se lío la que se lío. ¡Qué listos son los chicos de Podemos! Su estrategia era sibilina porque primero escenifican una supuesta crisis interna entre, luego dicen que en realidad el lío viene a cuenta del PSOE, y al final empiezan a cuestionar sus apoyos en comunidades autónomas y ayuntamientos. Consecuencia: el PSOE pica y entre en barrena. Mientras, Arriola frotándose las manos porque la suya, su estrategia de disolución de la izquierda, va por el manual. Primero inventa a Podemos, consigue implosionar a la izquierda con un partido que es pura mercadotecnia, liquida a IU en seis meses, y ahora está a punto de arrasar al PSOE. El propósito es claro, el PP prefiere en su segunda mandato a Podemos como líder de la oposición porque sabe que será incapaz de desmontar todo lo que ha montado con su mayoría absoluta en el primer mandato Pero esta estrategia es sumamente peligrosa porque el reinado de Mariano concluiría tarde o temprano, y el centro izquierda será un desierto abarrotado de abstención y radicalidad.
Lo del PSOE se veía venir. La élite que construyó al PSOE socialdemócrata-liberal de los ochenta y noventa necesitaba erigir un gran y férreo aparato encargado de llegar a todos lados y asegurar la fortaleza de un partido de centro izquierda frente a una derecha aún por construir. Pero tan fuerte se hizo el aparato, tanta necesidad hubo de formar cuadros rápido a cualquier precio, que ese mismo aparato fagocitó al partido y se creyó con el legítimo derecho a ser él quien dirigiese la organización. La consecuencia ha sido que el partido ya no tiene élites intelectuales que le orienten y dirijan, y se ha transformado en un mecanismo para mantener en el poder a los que aún lo conservan,  y así dar trabajo a cientos de aparatistas que de otro modo no tienen a donde ir. Primero Zapatero y ahora Sánchez, ambos son un ejemplo claro de este proceso que ha terminado por llevar al PSOE a una lucha intestina a muerte. Una lucha que será cruenta porque el conflicto es entre personas y no entre tendencias e ideas. Y esas guerras tienen muertos, duelos y rencores que nunca restañan. Mal asunto.

Y ahora le toca a Javier Fernández enfrentarse a la hercúlea tarea de resolver el entuerto. Primero ver qué hacen con el gobierno de España, y luego ver qué se hace con el PSOE (o viceversa). Y mientras todos los mensajes tergiversados porque la abstención a Rajoy no es pactar con él, sino de ganar el tiempo necesario para poder rearmarse ante el electorado haciendo oposición de la buena. Pero también es verdad que Rajoy no necesariamente depende de la abstención del PSOE porque puede formar mayoría absoluta con Cs, Coalición Canaria y PNV. Pero sea como fuere la pelota la tiene el PSOE en su tejado y no me extrañaría que Arriola aconseje a Rajoy unas terceras elecciones para liquidar definitivamente al PSOE.  Para terminar de liarla, Sánchez se presentará a unas primarias que puede ganar porque goza de la simpatía de la militancia. Si es así, simplemente, es el final del PSOE porque la ruptura terminará por ser inevitable. Al final Iglesias va a tener razón y ellos serán los únicos socialdemócratas.
(PUBLICADO EN EL COMERCIO EL 5 DE OCTUBRE DE 2016)

jueves, 22 de septiembre de 2016

NOSTALGIA DE LA SOCIALDEMOCRACIA

¿Ha llegado el fin de la socialdemocracia –como sostiene Podemos-, o del PSOE –como cree el gurú Arriola-? Esta pregunta, aunque no lo crean, tiene mucho que ver con lo que está pasando en este país. El PSOE, al menos su secretario general y su aparato, nos acabarán imponiendo unas terceras elecciones (que, en contra de lo que ellos creen, será un desastre mayúsculo para el PSOE, iniciando así irremisiblemente la travesía por la irrelevancia parlamentaria y política que sufrió en su momento primero el PCE y ahora IU) porque han dejado de ser (si alguna vez lo han sido) socialdemócratas. El PSOE ha dejado de ser progresista, un partido realista, posibilista, global, modernizador y de gobierno (señas propias de la socialdemocracia), porque la lucha por el poder interno de un segmento de su aparato (curiosamente el más joven y que mejor debiera entroncar con los principios de la socialdemocracia, aportándoles frescura y vitalidad) pasa por contentar a una militancia sensiblemente envejecida, desorientadamente indignada, sectaria y fetichista con proclamas grandilocuentes y muy vacías. Este PSOE autista, incapaz de llegar a la gente normal porque sólo se habla a sí mismo, encadenado y paralizado por sus mantras, empeñado en que los demás hagan lo que él dice que tienen que hacer (imperialismo moral y ético, muy propio de la izquierda radical), y tratando de ocupar un espacio, el de la izquierda del marxismo posmoderno, que nunca ha sido el suyo y que ya ha fagocitado el anarcomarxismo de Podemos, está camino de dejar de ser un partido progresista, moderno y de gobierno.
La socialdemocracia siempre ha sido el espacio político del centro-izquierda, de las clases medias ilustradas, preocupado por el bienestar de todos dentro de las posibilidades de cada cual, y del sistema en su conjunto; una espacio de realismo pragmático, al que la izquierda marxista nunca le ha perdonado su falta de fanatismo utópico. La socialdemocracia es ese lugar habitado por quienes creen que el azar también es cosa de la comunidad, que tiene un deber humano y solidario de ayudar a quienes ha castigado la fatalidad; lo que no consiste en castigar a los afortunados, sino en entre todos (sistema fiscal) paliar el infortunio; ese espacio político donde lo importante no es imponer la utopía cueste lo que cueste, sino crear “sociedades buenas”, sociedades dignas en las que todo el mundo (hasta Rajoy) merece un respeto y a todos deben dársele los instrumentos para sentirse reconocidos, respetados y dignos. Por eso la socialdemocracia es el espacio de la política real y posible.

 Si el PSOE fuese hoy un partido socialdemócrata pararía su sangría de votos (sería realista), pactaría con el PP y C’s la investidura de Rajoy sobre políticas reales, prácticas y tangibles (sería pragmático), y aprovecharía su condición de primer partido de la oposición para desgastar al PP durante 4 años (interrumpiendo de una vez esta prórroga de la mayoría absoluta del PP con un gobierno insumiso e interino), hacerse fuerte para arrinconar a Podemos en el especio que le corresponde (la marginalidad política de un partido de exaltados anarcomarxistas) y recuperar el centro con ideas y proyectos de futuro (sería posibilista). Pero me temo que el PSOE ha terminado por rendirse a la maldición del temperamento español: como dice Prittchett, todos somos en el fondo unos anarquistas. Pero, ¡qué va a saber este pobre profesor periférico!
(Publicado en el diario El Comercio, 18 de septiembre de 2016)

viernes, 16 de septiembre de 2016

EXPRESIÓN E INSTITUCIONES. ¿TIENEN LIBERTAD DE EXPRESIÓN LOS PODERES PÚBLICOS?

Poder hablar con libertad, con la tranquilidad y seguridad de que podemos hablar sin miedo a ser objeto de censuras, represalias o sanciones por parte de ningún poder público, es patrimonio de la humanidad y uno de sus logros más conspicuos. Pero la libertad de expresión no significa que podamos decir lo que nos dé la gana. Es que la libertad de expresión no está para eso, no está para que los demás tengan que soportar estoicamente nuestras opiniones. La grandeza de la libertad de expresión reside en que, justamente, no impone a los demás otro deber que el de no impedir que hablemos. Pero no podemos obligar a que nos escuchen. El poder público sí que tiene que soportar nuestras palabras, aunque sean injuriosas e insultantes. Pero el poder público no tiene libertad de expresión porque el poder público no tiene “opinión”, pues cuando “opina”, en un Estado democrático de Derecho, esa opinión ”obliga”.

En efecto, asistimos en estos últimos tiempos a un marasmo de declaraciones institucionales más o menos altisonantes y sobre asuntos de lo más variado. Algunos especialmente espinosos como los promovidos por la Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel, asumida por numerosos ayuntamientos que han hecho “declaraciones” haciendo suya esa campaña. Y cuando son objeto de controversias judiciales, alegan estas instituciones, y acogen sus señorías en sus sentencias, que están ejerciendo su libertad de expresión. Miren, en esos casos los únicos que ejercer su libertad de expresión especialmente reforzada por la función que desempeñan son los concejales. A estos efectos, sus declaraciones individuales como tales son prácticamente inatacables, y bien está que así sea. Pero un pleno de un ayuntamiento carece de libertad de expresión por muy representante político que sea de la ciudadanía. Los poderes públicos, todos, tienen señaladas funciones (para qué sirven), tienen atribuidas competencias para ejercer esas funciones (lo que pueden hacer), y potestades para ejercer las competencias (cómo lo pueden hacer), y en un Estado democrático de Derecho, esta tríada delimita aquello sobre lo que pueden expresarse y cómo hacerlo (leyes, reglamentos, acuerdos). Claro que en su seno cabe discutir cualquier cosa. Así lo ha dicho el TC muy acertadamente, porque como órganos de representación política debe ser un santuario de libre y plural debate. Pero que esto sea así no significa que el resultado de ese debate pueda formalizarse como nos venga en gana. Las normas que los regulan señalan con claridad cómo deben hacerlo en razón de las funciones, competencias y potestades que ostentan. Así debe ser, porque cuando hablan las instituciones públicas deben hacerlo siendo representativas de todos los ciudadanos, y no sólo de una parte, por muy mayoritaria que sea. Para eso se formaliza el resultado de esos debates en función de sus competencias y potestades, para que lo acordado en su seno no sea la expresión de una simple opinión mayoritaria, sino la norma de todos que a todos nos obliga. Cada vez que una institución representativa hace ese tipo de declaraciones al margen de sus funciones, competencias y potestades, aunque se adopte por unanimidad, no expresan la “opinión” de todos, porque no están ni les hemos puesto ahí para opinar sobre lo que les venga en gana, sino para ejercer unas competencias de acuerdo con sus potestades con el propósito de que ejerzan sus funciones de acuerdo con la ley y la constitución. La opinión no se controla, pero la ley, el reglamento o el acto administrativo sí. Por eso las instituciones tienen que “opinar” de esa forma o no opinar. Así es la Democracia.    

viernes, 26 de agosto de 2016

CUANDO TANTA LUZ CIEGA

Es una cita clásica en los estudios sobre transparencia de los poderes públicos (si es que así se pueden llamar los amontonamientos de páginas poco rigurosas que proliferan en este tema) la del Justice de la Corte Suprema de los EEUU Louis D. Brandeis según la cual, y parafraseo, la luz del día es el más poderoso desinfectante, y la luz eléctrica el policía más eficiente. Traducido a nuestra castiza manera, luz y taquígrafos sobre toda actuación de los poderes públicos. Pero en ocasiones, y llámenme aguafiestas, tanta luz ciega y tanto desinfectante quema. No seré yo quien niegue la necesidad irrenunciable de la transparencia en la actuación de los poderes públicos. Faltaría más. Pero no cuenten conmigo para sumarme a la moda fetichista de la transparencia. Es bien sabido que el exceso de transparencia tiene un perverso efecto: la paralización de la acción administrativa y política.
Pues yo creo que es lo que está pasando una vez más en este proceso tortuoso y enrevesado de la investidura de la presidencia del Gobierno de la Nación. Tradicionalmente los procesos de negociación entre los grupos políticos para alcanzar un acuerdo sobre la investidura, liderado por el cabeza de lista del partido más votado en las elecciones generales, eran sumamente discretos. La bambalina en política es importante y hasta vital. En ella se desenvuelven con el debido sosiego y discreción los negociadores, que difícilmente podrán trabajar si están sometidos a la presión de una cámara y un micrófono. Una negociación es un proceso duro, lleno de altibajos, de estrategias y tácticas, donde se dice de todo y no se dice nada. La negociación política tiene una lógica difícil de entender por quien está fuera de ella, y la experiencia dice que es bueno dejar que siga su curso el tiempo que sea prudentemente necesario. Lo curioso de este país de pandereta es que hay un enfermizo empeño en poner luz y taquígrafos a las negociaciones, pero luego nos resulta indiferente su resultado. En Alemania se respeta el secreto de las negociaciones, pero el acuerdo de gobierno alcanzado entre los negociadores (que suele ser muy detallado) es público y constituye un auténtico compromiso político del Gobierno con la Nación. No hacerlo así, fijarnos en cómo se negocia y cuándo y no en su resultado, convierte el interés en la negociación en simple cotilleo muy propio de un país que cree a pies juntillas el dicho  “piensa mal y acertarás”.

Lo peor es que son estos nuevos políticos los que se citan para celebrar día tras día esa ceremonia de la confusión con una y otra rueda de prensa. Están constantemente importunándonos con sus cuitas negociadoras, y creen que así son más transparentes, cuando en realidad lo único que logran es aumentar la confusión y la indignación de los ciudadanos porque sólo escenifican una constante verborrea llena de contradicciones. El caso de Rivera es proverbial, porque habla tanto que inevitablemente vive y transmite una permanente contradicción que ya nadie alcanza a entender. Iglesias que es más listo, se limita a callar y a esperar. Y parece que Sánchez ha aprendido la lección y se ha vuelto anormalmente discreto y parco. Por favor, menos “transparencia” y más decisión.

lunes, 8 de agosto de 2016

ORGULLO VAQUEIRO

Soy xaldu. Pertenezco formalmente a esos otros que durante tanto tiempo, y acaso aún hoy, creían que ellos, los vaqueiros, eran los otros. Hoy también formo parte de los vaqueiros; aunque sea tan sólo honoríficamente, lo que no es poco. Es curioso ese hambre de identidad que tenemos los humanos. De sentir que pertenecemos a algo o a alguien. Cuántos disgustos nos ha traído la “identidad”, el mal de la modernidad que decía Sartori y remachaba Judt. Esa constante vital que necesita alimentarse de pertenencia, de arraigo, aunque sea en algo imaginario. La política ha vivido siempre de inventar, revolver y revindicar identidades. Unos apelan a la nación y se inventan una historia para justificarla, otros nos hacen creer que pertenecemos a un grupo oprimido y al borde del principio, los de más allá apelan al patriotismo y la sangre... Todos invocan y conjuran nuestro miedo, porque la identidad que no es la propia que nace de nuestra condición de ser humano único e irrepetible (la única en la que yo creo), esa identidad grupal y gregaria, se alimenta del miedo y el rencor, apela a nuestros complejos y debilidades, y nos hace creer que perteneciendo a ese colectivo identitario estamos a salvo del mal y la desgracia, en él superamos nuestros complejos porque somos los únicos, verdaderos y superiores moral y culturalmente, condenando al resto a pertenecer a la categoría de los otros, descalificados y trasterrados a la inequidad de ser el enemigo de nuestra identidad. Esa identidad no es más que miedo.
Pero el otro día, sentado en aquel paraje indomable, inhóspito y estremecedor de las brañas de Aristébano, aderezado con un buen día asturiano, de esos de humedad anquilosante y gris plomo sobre las cabezas, pensé que hay otra identidad. Una identidad que sólo espera respeto y reconocimiento, que no se define por exclusión ni necesita despreciar a los que no la poseen para ser lo que son. Descubrí una identidad pegada a la tierra, a la lluvia, al orgullo de sobrevivir en una naturaleza bella y despiadada (si es que esto no es una redundancia). Una identidad forjada en el esfuerzo y el sufrimiento, que sólo quiere que le dejen ser como es, que no se mete con nadie, ni necesita de comparación con nada. Es la identidad que nace de la condición de ser único y propio, que nace de la libertad de ser lo que uno quiere ser. Por eso, como allí se dijo, los vaqueiros nacen donde quieren, porque lo que hace a uno vaqueiro es que el alma se inflame en las campas de Aristébano. Y si ese paisaje no te encoge, no te atrapa, no te posee, no podrás ser vaqueiro. En ese paisaje está todo, no necesita más explicación.

Yo no sé si lo soy o no, ellos, los vaqueiros han creído que podía formar parte de esa gente brava, orgullosa, recia y firme, libre… Ese día en que me hicieron el honor inmenso de aceptarme entre ellos, sentí el orgullo de pertenecer a esos altos, sin complejos, sin miedos, sin arrogancia. Ese día, comprendí el paisaje y me hice vaqueiro.

jueves, 4 de agosto de 2016

VIDAS CUMPLIDAS


Recuerdo una ya lejana conversación con un buen amigo en la que reflexionábamos sobre la descendencia, sobre el porqué del tener hijos. Al final concluimos que de alguna manera perseguíamos perpetuar nuestra memoria a través suyo y la de sus hijos y la de los hijos de sus hijos. Somos memoria y apenas un ínfimo tiempo físico de existencia. El resto es recuerdo y unas fotos adormecidas en qué se sabe lugares. ¿No se han preguntado nunca en cuántos álbumes de fotos podrían estar su imagen? Esas fotos de otros en las que aparecemos accidentalmente…  La foto digital y los álbumes virtuales amenazan con extinguir también esa forma de recuerdo que fluye de una foto en la que aún sonreímos. Si nadie nos ve, ni nos recuerda, seremos olvido, y eso me angustia. Siempre he pensado en la inmensa cantidad de vidas olvidadas, que ni siquiera son ya un polvo de historia familiar. Probablemente por eso se han inventado las religiones, para prometernos la perdurabilidad a través del más allá, la vida eterna, o de un más acá reencarnados. Hay que alimentar nuestro apetito de perdurabilidad. Porque si no perduramos, ¿qué sentido tiene vivir? ¿Sumar horas y pérdidas? La vida al final es una suma de tiempos muertos y de pérdidas constantes… perdemos la lozanía, los dientes, el pelo, el buen humor, la paciencia, hasta la educación. Por eso las sociedades envejecidas acaban perdiéndolo todo. Ya no hay nadie con ganas de soñar, porque la vida se convierte en una lucha contra el tiempo que resta, y eso es una putada que nos pone del mal humor. La vida a partir de un momento se convierte en una mirada atrás, en un ajuste de cuentas sordo e estéril. Una yerma obsesión por revisitar nuestra vida vivida. Las sociedades se construyen con ilusión y mirando al frente.
Por eso me admiran las personas que se van con la vida cumplida y que perduran en los relatos sobre su vida. En ellos el hueco físico y material se desvanece porque se llena de pensamientos y remembranza. Yo es a lo que aspiro porque me aterra la idea de morirme (aquí no vamos a quedar ninguno, como dice mi chica) y convertirme en un hueco silencioso que con el tiempo también será olvido. En mi labor diaria tengo la necesidad de acudir a los clásicos, y siento el deber de releer y citar a quienes ya no están, porque creo que les debemos su recuerdo y mantenerlos vivos en la cita de su trabajo. Pago mi deuda intelectual con su permanente presencia en lo que escribo. La cultura occidental laica (afortunadamente) y descreída ha abandonado el rito ancestral y compartido por muchas civilizaciones de rendir culto a sus antepasados. Los manes de la casa romana. Acaso nuestra costumbre de exhibir las fotos de nuestros antepasados tenga que ver con el espacio que las casas romanas dedicaban a venerar a los suyos, a sus manes. Memoria y recuerdo, una y otra vez. No perderse en la mar a la que todos hemos de ir a parar.

Inevitablemente yo también seré alguna vez un hueco. Pero quiero que mi vida termine cuando esté cumplida y el hueco pueda rellenarse con el recuerdo de aquéllos que crean que merece la pena formar parte del panteón de sus manes.

sábado, 16 de julio de 2016

EL SORPASSO PASMADO

No es nada frecuente escuchar a los líderes de un partido entonando el salmo de la autocrítica. Bien se ve que la vanguardia revolucionaria de Podemos la forman élites universitarias muy entrenadas en el ejercicio de la revisión. No me extraña por tanto que tras el fracaso del sorpasso de las elecciones de junio Podemos se suma en un período de introspección. Y me han llamado poderosamente la atención dos de sus reflexiones: que quizá haya llegado la hora de transformarse en un partido político “normal”, y el recurso al voto del miedo.
Es obvio que no me leerán (¿quién me lee?), pero si lo hicieran yo les diría un par de cosas. El sorpasso ha fracasado, sí, porque no han conseguido ser el partido hegemónico a la izquierda y no veo yo que les funcione la tesis de la confluencia de izquierda para ganar a una derecha homogénea y sin fisuras. El voto de derecha va a uno y el de izquierda se divide en dos. Pero el fracaso es relativo porque es más que meritorio meter de una tacada setenta y uno diputados para un partido novel. Podemos y Ciudadanos han colado cien en estas elecciones a doble vuelta. No está mal. Otra cosa es que Podemos no haya logrado asaltar los cielos barriendo al PSOE tras anular a IU y no haya logrado el gobierno. Supongo que cuando dicen que acaso toque ser “normales” lo que quieren decir es que lo de llegar al poder va para largo. Imagino también que se han dado cuenta de que esto de los círculos, dar la teta en el Congreso, querer criar a los hijos en tribu, que los reyes magos sean reinas magas y no ponerse una corbata, pasa factura.
En efecto, y enlazo con la segunda idea crítica. Podemos da miedo. Mejor dicho, la tropa que tiene Podemos en los círculos da miedo. No es que Podemos haya sido víctima del mensaje del miedo lanzado por el PP al grito rancio y casposo de que viene los comunistas. No, el problema es que sus filas están llenas de gente más preocupada en ajustar cuentas con lo que a su entender son la casta (o sea, usted y yo), que en gobernar el país; más preocupados en purgas que en resolver los problemas de todos; y rezumando el rencor de clase propio del borracho de verdad y razón. Podemos será “normal” cuando agente como usted y yo no nos sintamos amenazados. Es curioso que han sido víctimas de su propia lógica; no nos representan. Podemos tiene un problema serio de mensaje y de formas. De mensaje porque reducen su programa político a redimir y liberar a los desheredados de la tierra, y el asunto es que, por mucho que les pese, la mayoría de los españoles no son ni se sienten desheredados ni tienen que ajustarles las cuentas a nadie, a pesar de que les indigne la corrupción o el desdén hacia los que lo pasan mal. Hasta que no conecten justo con la “casta”, esa clase media y centrada que tira del país, no romperán su techo electoral de setenta diputados. De formas, porque la agresividad y violencia verbal de sus filas ahuyenta a la gente sensata que podría compartir buena parte de su programa. El miedo lo generan ellos mismos porque actúan como fiscales de un comité de salud pública jacobino. Así nunca ganarán las elecciones, porque son más un sindicato de clase que un partido político.     

lunes, 27 de junio de 2016

DEL SORPASSO A LA SORPRESA

No me gusta ser agorero, pero ya se lo había dicho yo a ustedes en diciembre. Al final íbamos a dar un enorme rodeo para acabar en el mismo lugar, gobernando el PP. Y así lo creo tras estos resultados electorales en los que la única duda era saber si el voto de izquierda se iba a polarizar en Podemos o en el PSOE. Este país siempre ha avanzado por rotación, y el espejismo inducido por su huida hacia delante de Sánchez ha provocado lo que se nos antojaba inevitable, a pesar de las convulsiones y la miopía mediática (en muchos casos deliberadamente provocada). Erré creyendo que esa polarización beneficiaría a Podemos. Y ya ven. No ha sido así.
Podemos, la eterna excusa. Les confesaré que estaba muy preocupado por el ascenso de Podemos. Se habían hecho dueños del lenguaje político, que manipulaban a sus anchas con el beneplácito de unos medios que en todo momento han hecho de caja de resonancia de un partido tecno-leninista 2.0. Un partido que ha dado voz al revanchismo y resentimiento social de los que se creen excluidos por la historia y por una sociedad en la que no encajan, y de hacer creer a muchos que también forman parte de un imaginario de excluidos al grito de que se necesita un cambio (¿qué cambio?). Lo cierto es que viven en una excusa permanente, porque nunca les salen las cosas como planean. Las palabras de Errejón lo dejaban claro. Un fracaso más, pero por culpa de la “gente” que aún no está madura para comprender lo que le conviene. Pobre España, porque no sabe lo que hace. Ellos sí lo saben; aunque nunca se les entienda. En fin, leninismo pardo de toda la vida. Podemos vive en la permanente excusa, y ahora parece haber tocado su techo electoral. La suma con IU al final no ha sido un dos más dos igual a cuatro, y sigue sin conectar con la izquierda moderada y tranquila a la que no le termina de gustar el mesianismo adanista podemita. La cuestión es saber si se les está terminando la cuerda después de tanto fracaso. No olviden que son herederos de quienes creían que había que ir de triunfo en triunfo hasta la derrota final (y de hecho han culminado esa meta en estas elecciones).
El PSOE, a ras de suelo. El PSOE parece haber confundido el alivio por el trompazo del “sorpasso”, con el triunfo. Todavía no sé de qué se alegran. En otros tiempos, donde los líderes del PSOE eran paisanos, se hubiera presentado la dimisión ya mismo por conseguir en dos ocasiones consecutivas el peor de los resultados del PSOE en su historia desde 1978. Pero no parece que este sea el plan de los nuevos cachorros de Ferraz. De un tiempo para esta parte el PSOE ya no tiene discurso y tiene que recurrir a las caras a falta de ideas. Y una vez más el escaparatismo no ha funcionado. Su dilema en este momento es colosal, a falta de dignas dimisiones. Imagino que el líder seguirá agarrado al espejismo de un posible gobierno de la mano de Podemos, PNV y la abstención de ERC, Bildu y CdC. Hombre, sumar suman, aunque necesitan alguna que otra abstención. La cuestión es si esto es reamente posible, y si, siendo posible, le renta políticamente al PSOE. En ese escenario sumarían 161 votos, pero el voto en contra de PP y Cs frustraría esa posibilidad ya que suman 169; y se me hace difícil que ERC, Bildu y CdC sumen sus votos a la coalición de izquierdas. En ese caso Sánchez saldría presidente en segunda vuelta, pero a un precio que permitiría formar un gobierno para una legislatura ingobernable donde el PP y Cs en la oposición ganarían enteros ante la paralización de un gobierno imposible. La opción sensata y prudente para el PSOE sería dejar gobernar al partido más votado, desechar la tentación de un gobierno imposible, y mantener su coherencia votando en contra de Rajoy en primera y absteniéndose en segunda votación arrancádole unos cuantos acuerdos de legislatura. De eta manera el PSOE ocuparía y lideraría el espacio de la oposición, arrinconando a PODEMOS a un segundo plano, rentabilizaría el trabajo de cuatro años poniendo brida al Gobierno, capitalizando su desgaste. El PSOE debería tener el coraje de pensar a largo, ya llegará su momento, ahora toca dejar gobernar y centrarse en seguir desinflando a Podemos.
 Cs, a su sitio. Su resultado marca probablemente su espacio electoral real. Los 40 diputados de 2015 eran un triunfo colosal, como lo eran los 69 de Podemos. Nunca ninguna formación de nuevo cuño había obtenido una entrada así en su primera cita electoral. Podemos aupado en el cansancio y la indignación, y Cs en el hartazgo de un centro cada vez más amplio y con ganas de que el país funciones. Este mensaje fresco y ajeno a lo ideológico había conseguido atraer a un votante del PP no militante y enfadado con su corrupción grosera y con el tancredismo de un presidente haciendo de gallego en la Moncloa. Pero los hijos pródigos del PP han vuelto a casa temerosos de un nuevo pacto a locas y a tontas. Al final cada cosa en su sitio, y seguramente Cs se ha quedado, no con su suelo electoral, pero sin con un resultado más que razonable que les sigue haciendo imprescindibles. No parece que se apunten a una nueva aventura a la andaluza pactando otra vez con Sánchez, y lo más probable es que se dejen querer por el PP para terminar con una digna abstención en segunda vuelta bajo la consigna: dejemos gobernar al partido más votado.
PP, la victoria del paciente. El PP ha jugado sus cartas y le ha salido bien la jugada. Las segunda vueltas polarizan el voto (recuerden que ya se lo había dicho) y forzando esta situación buscaron una segunda oportunidad que llegó en la forma de unos sorprendentes 137 escaños. Un poco de regreso de sus votantes descarriados en Cs, el Brexit que ha tenido un inesperado efecto en el electorado que ha optado por lo conocido ante la incertidumbre, y otro poco de razonable participación que ha llevado a las urnas a ese voto de la derecha siempre callado y silencioso, le ha dado un resultado suficientemente bueno como para esgrimir su condición de indiscutible ganador de las elecciones (otra vez) y partido merecedor del gobierno. El órdago está camino de triunfar. La estrategia de aguantar y vamos a la segunda vuelta les ha colocado en una posición privilegiada y, encima, han borrado del mapa a IU, desgastado a Podemos en su frustrante no llegar, debilitan a Cs, y al PSOE le colocan en una situación sumamente incómoda y abocado a un desgarro interno dramático.

Así las cosas, no digan que no se lo advertí, cambiarlo todo con un gran rodeo para acabar donde estábamos.   

AVANZAR POR ROTACION

Una de las tradiciones de este país es avanzar por rotación. Justo eso es lo que acabamos de hacer, porque al final nos hemos metido en este lío de repetir elecciones para acabar como estábamos… o casi. El PP ha vuelto a ganar, y esta vez de forma clara e indiscutible. Lo ha hecho a costa de Cs y del PSOE, porque los hijos pródigos han vuelto a la casa del padre, y el Brexit quizá haya provocado que el indeciso haya votado lo seguro, porque más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Ahora, desde luego, la gran perdedora de los comicios ha sido IU. Cierto que se arrastraba agonizante en cada cita electoral. Pero no lo era menos que ahí seguía, concitando el voto de la izquierda más ortodoxa y aguantando año tras año, ocupando un espacio político y mediático respetuoso con su historia. Hoy, IU es un cadáver que Podemos ha terminado por enterrar.
El PP lanzó un órdago en diciembre forzando una segunda vuelta. Confiaba en que la lógica electoral no les fallase y que en esa segunda vuelta el voto se polarizase de manera que ganaría votos, aún a riesgo de que también lo hiciese Podemos. El PP lo consiguió, absorbiendo el voto de derecha y centro derecha. Podemos no tanto. Porque todo parecía hacer pensar que Podemos iba a ser el otro beneficiario de la polarización. Y quizá lo hubiese sido si hubiese moderado su discurso, si no se hubiese empeñado en fagocitar a IU, si hubiese conseguido conectar con ese votante no ideológico que simpatiza con las causas sociales y está harto de la grosera corrupción de la “casta”, pero que desea un cambio tranquilo y no una revolución permanente. En realidad Podemos ha tocado su techo electoral porque al final ni este país está colapsado, ni todo el mundo se siente excluido, ni viven en la emergencia. En definitiva, ha cosechado lo que ha sembrado. Es que tampoco nos representa a la mayoría de la “gente”. Quizá eso explique que el PSOE no se haya derrumbado tanto y se mantenga ahí. Sin duda el Brexit, cierta cordura utilitarista y pragmática y la experiencia en el poder de lo podemitas ha permitido que el voto de izquierdas, huérfanos de una IU, se haya ido al PSOE amortiguando la caída. Podemos y Garzón no hicieron bien las cuentas, en su caso, el 1 más 1 no sumó dos. Pero el PSOE va a tener que mirárselo. Me resulta insólito que Sánchez no dimita tras dos fracasos tan severos. Pero más insólito me parecería que en este escenario se empeñase en liderar un gobierno sujetado por un Podemos que aspira también a fagocitarlo, y unos socios tan dudosos como CdC, ERC o Bildu. Esa aventura terminaría con él y con el PSOE como partido sólido y de gobierno (y no de poder como podemos). Lo prudente acaso fuese dejar gobernar al partido más votado con una elegante abstención en segunda vuelta, y asumir con fuerza su papel de partido líder de la oposición para capitalizar el desgaste del PP en el gobierno y arrinconar a Podemos en el espacio que antes ocupaba IU. Pero qué va a saber este pobre profesor periférico. Cs ha acusado la deserción del votante circunstancial. De ese votante de centro, que ni es de derechas ni de izquierdas, y que no ha visto bien ni ha comprendido el coqueteo anterior con el PSOE, y que estaba harto de la corrupción de los dos grandes. Pero no era momento de aventuras y el voto útil y a ganador les ha devuelto a casa.

Al final la polarización nos ha llevado otra vez al bipartidismo, atenuado y frágil, pero bipartidismo a fin de cuentas. La cuestión es saber si nos lo ha devuelto con la suficiente fuerza como para formar un gobierno. Lo probable es que esta vez Rajoy sí se lance al ruedo con la abstención de CS y PSOE. En fin, un largo rodeo para acabar donde estábamos. Pero con una gran diferencia, porque ahora el PP ha salido reforzado, el PSOE se ha debilitado aún más, y Podemos y Cs se mantienen. Para el PSOE hubiese sido mejor el escenario de diciembre, como también para Cs. Pero quisieron jugar de farol, y la cosa no salió. Aquí sólo queda esperar, porque el gobierno tardará en alumbrarse y el verano será largo y pródigo en maquiavelismos de salón. Entretanto, la casa sin barrer. 

domingo, 17 de abril de 2016

EL TC Y LA MODULACIÓN OS EFECTOS DE LAS SENTENCIAS ESTIMATORIAS DE UN RECURSO DE AMPARO

El TC en una Sentencia de su Sala II de 15 de febrero de 2016 ha modulado los efecetos retroactivos de su sentencia estimatoria de un recurso de amparo. Esta técnica modulatoria, bien conocida en el ámbito de los controles de constitucionalidad, no es habitual en la de los amparos y sobre todo en la de aquéllos en los que se estima la lesión del derecho a la tutela efectiva. Aunque no es el TC quien lo hace en el fallo de su sentencia, sino la AP cuyo auto fue recurrido en amparo y el TC confirma. En este caso el TC justifica esa modulación en la circunstancia de que puede darse el caso de que los efectos de una estimación de un amparo pueden lesionar otros bienes, derechos o intereses dignos de protección. Se trató en esta ocasión de un proceso penal sobreseído después de que se acordase una reparación extrajudicial del daño. Un menor agredió a otro y se evitó el proceso penal mediante la realización de trabajos sociales. La AP declaró que en efecto el sobreseimiento había vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva de la acusación particular que no pudo participar en el proceso penal sobreseído, pero no acordó retrotraer las actuaciones. El TC desestima el amparo al considerar que el interés superior del menor justifica lo acordado por la AP, por lo que en ese caso preciso, estimar la lesión del 24 no requiere de la retroacción de las actuaciones.

sábado, 16 de abril de 2016

CINCUENTA AÑOS NO SON NADA

Y no lo son. Hace unos días nos hemos vuelto a reunir un nutrido grupo de compañeros de nuestra promoción de Derecho para celebrar que unos cuantos ya estamos en el medio siglo. Curioso como suenan las palabras… medio siglo resuena como una eternidad; media vida, casi uno puede sentir el peso de lo vivido; cincuenta resulta más llevadero; …teitantos, da como consuelo. Pero aquí estamos, pletóricos de fuerza y vitalidad. Creyendo aún que el destino nos pertenece.
Allí nos citamos unos cuantos, cada uno con su vida y su propio derrotero. Allí se juntó gente estupenda, magnífica. Profesionales como la copa de un pino, rebosantes de planes por hacer. Nos mirábamos unos a otros con reconocimiento y cariño, apreciando la valía de cada cual, orgullosos de haber pertenecido a la misma promoción. Faltaban muy pocos, y todos los que faltaban lo era por razones imperiosas y, a pesar de todo, estaban allí presentes. Y lo mejor, es que se nos quedó cuerpo de más. Algo insólito, y más en Asturias, donde el vitriolo es nuestra bebida regional. En estos tiempos de inquina e inequidad, resulta extraño y chocante que un grupo tan numeroso y dispar de personas sigan tan unidas a pesar del paso del tiempo. Algo tuvo aquella promoción (imagino que como otras, pero déjenme que hable de la mía) que ha pervivido con los años a pesar de las distancias y los olvidos. Allí había profesionales de la abogacía, fiscales, empresarios, profesores, funcionarios, altos cargos de la Administración, miembros del Poder Judicial. Allí estaba otra Asturias, esa Asturias de la que sentirse orgulloso. Allí había paisanas y paisanos, como diría mi abuelo. Gente de una pieza. 
En un momento en el que pude contemplar en silencio la pléyade sonriente, vi una Asturias llena de potencial, de ganas de hacer cosas y hacerlas bien, y, sobre todo, de hacer cosas distintas. No era la Asturias cainita, envidiosa, babaya, sinsustancia, vocinglera, mentalmente envejecida, dependiente y subsidiada. Era otra cosa. El problema de Asturias no es la casta, es la costra que tapa a esta gente que ha visto mundo, que tienen talento e ideas, que tienen ganas de vivir y trabajar, y que creen en una Asturias diferente a la del sempiterno carbón, la mina, los prejubilados, los osos, el campanu, el chigre, e infectada de aldeanismo. Allí era otra gente la que reía y bailaba, la que tras casi treinta años seguían manteniendo lazos de fraternidad inquebrantables. Pero en esa contemplación (y autocomplacencia, lo confieso), fui presa de una melancolía furiosa al tener la sensación de que era una generación de buena gente, lista y honrada, a la que no se le iba a dar la oportunidad de asumir la responsabilidad de guiar a Asturias, porque ya se encargaría la costra de impedirlo. Bien porque no usamos coleta, bien porque no hay revancha en nuestro corazón, el caso es que puede perderse el potencial de este puñado de magníficas personas y profesionales, si no se les da la oportunidad de estar ahí, de que se les escuche. Esta no es una generación fracasada; pero lo pueden hacer excedentaria. 
Me dirán que esto no vale… que barro para casa. Pues sí, lo hago, porque me siento orgulloso de mi gente, de mis compañeros, de lo que calladamente hacen por esta tierra para que sea un lugar digno; porque cosen lo que otros deshilvanan. Ay, si yo pudiera, les dejaría a ellos el timón de la nave porque estoy seguro de que nos llevarían a buen puerto.